Adrià Garrido Verdú, fundador de este entorno de creación llamado ADIII, estudió arquitectura e ingeniería en Paris. Su forma de estar en el mundo persigue contagiar entusiasmos en busca de lo singular, lo puro y lo bello.
Belleza, Firmeza y Utilidad. Con estas tres características esenciales se refirió a la arquitectura el pensador Vitruvio hace más de dos mil años, en una definición certera y todavía vigente. Sin embargo, los espacios que habitamos, y la forma en que interactuamos con ellos, se han transformado radicalmente desde entonces. Cada época nos deja constancia de la concepción que el ser humano ha tenido de sí mismo a través del tiempo. Hoy, idear un lugar que atrape la luz, escuchar el latido de un vacío, imaginar el baile de líneas sobre un entorno natural o dejarse enamorar por materias puras es levantar un pequeño templo en nuestro honor. Esa sigue siendo la pulsión que nos invita a crear.
En ADIII pensamos que la idea escribe el proyecto, y que el proyecto debe provocar emoción. Abrazamos conceptos sólidos y formas útiles en un vaivén incesante que no sellamos hasta encontrar la Belleza.