Los bancales forman parte del paisaje agrícola mediterraneo, Dénia y sus alrededores son un gran foco de estos símbolos de la unión entre el ser humano y la naturaleza. Métodos ancestrales para controlar el cultivo mediante un aprovechamiento de la pendiente que permite una irrigación controlada de sus aguas. Y esta forma de esculpir la naturaleza es la que hemos querido trasladar al lugar de la casa dónde al agua también es sagrada, el baño.

El baño, el último lugar de la casa, siempre abandonado en zonas sin luz, sin ventilación y mal comunicadas. ¿Pero no es éste uno de los espacios más introspectivos para el individuo? Desnudez frente al espejo o en la ducha, preocupación por nuestra salud, higiene y aspecto. Lejos de cualquier otra persona.  Burbuja de bienestar y de cuidado para uno mismo. Entonces me pregunto ¿No es ahí dónde las calidades espaciales deberían de ser máximas? ¿No es ahí dónde el arquitecto también deberia de pensar con fortaleza en la luz y los materiales que la transportan? En cambio, hoy en día el baño es un kit que compras en algún gran almacén de exposición, y así se entiende dentro de la casa.

En una reforma realizada en Dénia, se quiso dar un valor distinto al baño. En primer lugar, como una continuación de la propia casa y no como un espacio expositivo diferente. Con lo cual, los enlucidos de yeso y el mismo suelo de la casa continúan hasta dentro de la propia ducha. Por otro lado, dada su sobriedad, era necesaria la incorporación de un elemento escultórico que crease una transición entre la casa y una atmósfera más mística dentro del baño.

El diseño paramétrico, mediante la modelización en arcilla del primer boceto y su escaneado 3D, permitió la realización de este elemento: un mueble de lavabo orgánico, sinoidal y aparentemente arbitrario  que incorpora todas las funciones técnicas que requiere un baño.

Su construcción